Orinoco, el río padre y principal vía fluvial del estado Bolívar, no es solo un tesoro económico, histórico y de identidad para la región, sino también el hogar de gran cantidad de leyendas y cuentos que se han transmitido de generación en generación por medio de la oralidad propia de los pueblos de otrora y de entre los cuales una en particular salta a la atención, la historia de las sirenas que habitan entre sus corrientes, completas con torso y rostro humano y cuerpo de pez.
La Carona como se le conoce a este ser mítico que habita cerca del pueblo de Soledad, pasando el río desde Angostura, cumple con todas las características de las sirenas que contaba Homero en los viajes de Ulises: una belleza insoportable para los marinos y pescadores quienes se dejaban encantar por sus cantos y hermosura hasta perder el control de sus naves e ir a parar al lecho del río.
Las toninas, el delfín rosado que habita en las aguas del Orinoco, son también protagonistas de los relatos de sirenas, pues cuentan que cuando un pescador enamorado se hace al agua para atrapar al escurridizo dorado, el lau-lau o el morocoto, estos animales pueden convertirse en la imagen viva de la mujer de sus sueños y arrástralo al fondo del agua donde procedería a matarlo o convertirlo en su amante submarino.
Las sirenas pueden ser beneficiosas para los pescadores que caen en su gracia,
que les hacen regalos o les llevan anís, compensándolos con buena
pesca, pero también pueden ser todo lo contrario con aquellos que no son
de su agrado, ya que podían voltearles la canoa y hacerles perder la vida.
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